18 abril 2008

El bosque agitado




Corría el mes de septiembre de 1973. A las nueve en punto de la mañana Julia Puig se sentó frente a la vieja máquina de escribir. Tenía sobre la mesa todo lo necesario para comenzar a escribir una nueva novela, otra de tantas historias que probablemente jamás verían la luz. Con las palabras de Alfonso todavía frescas en la memoria dio un pequeño sorbo a la taza de café que apretaba su mano izquierda apretaba con fuerza. Contempló la ciudad rendida a sus pies y llena de vida. Barcelona se le antojaba maravillosa a esas horas de la mañana en las que todo era posible en aquella ciudad. Dejó reposar el café junto a los lápices de colores con los que más tarde destrozaría cada línea con una meticulosidad casi enfermiza. Dejó caer suavemente los dedos sobre el teclado. Dos horas después sólo una frase habitaba sobre el pulcro folio en blanco: "No basta con tener un sueño. Hay que sentir el dolor que produce para ir tras él".