Hablamos durante horas sobre aquello que deseamos, sobre esas fantasías que inundan nuestra mente y que no tenemos la certeza de ser capaces de hacerlas realidad. Las madrugadas son demasiado cortas para dar rienda suelta a nuestro deseo hasta este momento solo expresado con palabras. Sin embargo hoy es todo distinto. Estoy frente a ti y hace rato que intento descifrar ese brillo en tu mirada. Mi corazón entiende pero mi mente se niega a aceptar sin discusión alguna el mensaje tan evidente que expresan tus ojos. Paseas con ternura tu mano por mi nuca e intento ocultar la reacción de mi piel y este cambio brusco en mi respiración. Tus dedos presionan levemente mi cuello. Sé lo que deseas pero hoy estoy más rebelde de lo habitual así es que decido no agachar la cabeza y aguantarte la mirada.
Te alejas de mi lado unos instantes y cuando regresas compruebo que tu mano sostiene esa seda de la que tanto hemos hablado y que, aunque no te lo haya dicho, forma parte de mis sueños más intensos. Cierro los ojos y el contacto con esta delicada venda logra que se erice toda mi piel y que cada vez se me haga más complicado controlar el aire que entra y sale de mi cuerpo.
Te alejas de nuevo y sólo gozo del privielgio de escuchar tus movimientos alrededor de la cama. Sólo soy capaz de identificar uno que se asemeja al sonido de la cremallera de una bolsa de viaje pero, tampoco estoy demasiado segura de esto. La calidez de tu aliento junto a mi oido me sorprende y accedo a tu petición sin cuestionarme nada. Puedo notar el peso de mi cuerpo sobre las rodillas y cómo la superficie sobre la que me encuentro me dificulta la labor de mantenerme erguida. Aún así, me esfuerzo por conseguirlo.
Paseas por la habitación. A juzgar por tus movimientos creo que estás ordenando "algo" pero no tengo la más mínima idea de lo que puede ser. Mi cerebro lucha por ofercerme una imagen coherente de lo que está sucediendo pero ninguna de las escenas que me presenta considero que se aproxime a lo que está sucediendo aquí. Siento tu mano deslizándose por mi espalda. Recorre mi cintura. Acaricia mis nalgas. Se interna en mi sexo.
- Estás sudando. Tu respiración se entrecorta y estás completamente húmeda. No tienes ni idea de lo que ocurre a tu alrededor. Es más. No sabes qué es lo que va a suceder a continuación y, sin embargo, ya lo estás disfrutando.
Tu voz me devuelve a la realidad y compruebo cómo cada una de las reacciones relacionadas con mi cuerpo son ciertas. Intento controlarlas pero ya es tarde. El deseo de ir más allá, la necesidad de conocer cuál será tu próximo movimiento me domina por completo.
Sí. Estoy desnuda, de rodillas, con los ojos vendados. Sudo, jadeo, me excito y en este momento sólo existo para descubrir qué tienes reservado para mí durante los próximos minutos...
25 agosto 2006
14 agosto 2006
Chopsticks
Mientras me acercaba la silla a la mesa percibí la sutil intesidad de su perfume. Cerré los ojos y traté de recordar cuándo había sido la última vez que ese aroma había formado parte de mi piel. Durante unos segundos estuve a punto de fijar en mi mente la fecha exacta, el momento concreto pero una agradable sensación me sacó del ensimismamiento. Observé con sorpresa la silla vacía al otro lado de la mesa pero su presencia era tan abrumadora que era imposible no percibirla. Una ténue calidez recorrió la parte derecha de mi cuerpo y supe al instante que estaba a mi lado.
Acercó sus labios a mi oido y permaneció a escasos centímetros de ellos. No pronunció palabra alguna pero, por el calor que desprendía su boca no fue difícil adivinar sus deseos. Desabroché un botón de la blusa y acomodé la espalda en la silla. Le lancé una mirada desafiante que fue correspondida con un "no es suficiente y lo sabes". El sonido de su voz me erizó toda la piel al tiempo que percibí un ligero hormigueo en mi sexo. El corazón me latía con fuerza, tanta que estuve a punto de abandonar el juego. Sin embargo, la sensación que me embargaba era demasiado placentera y a la vez desconocida. Debía seguir adelante. Es más... ¡Lo deseaba!.
Desabroché un nuevo botón al mismo tiempo que percibí una mano firme y sensual sobre mis piernas. Con un ágil y experto movimiento separó mis muslos dejandome en una postura que, en un principio me avergonzó pero que después logró excitarme aún más. Supliqué en mi mente que no me obligara a quitarme la ropa interior. Mi sexo estaba húmedo, tanto que estaba segura que sus dedos ya lo habían percibido. Me sentí incómoda ante esta evidencia de mi excitación. Ella pareció intuirlo porque paseó una de sus manos por el interior de mis muslos hasta que dos de sus dedos recorrieron mi sexo suavemente y permanecieron allí. Notaba como con cada una de sus caricias la sensación de cosquilleo aumentaba. Tenía la respiración entrecortada y estaba a las puertas de un intenso orgasmo cada vez que me acariciaba. Pero ella lo sabía y era capaz de dejar sus dedos inmóviles cada vez que mi respiración entrecortada le confirmaba que el final estaba próximo.
Una extraña punzada me hizo abrir los ojos. Absorta en el placer que me envolvía no me había dado cuenta de que mi blusa estaba totalmente abierta y uno de mis pechos estaba al descubierto. Observé que el pezón había quedado atrapado entre dos palillos chinos. La miré directamente a los ojos y, al comprender la pregunta, le hice saber que no me dolía lo que estaba haciendo. Separó levemente los palillos mientras que sus dedos acariciaban de nuevo mi sexo. Me abandoné por completo al placer y al ritmo que, a partir de ese instante, ella impuso. Conforme mi excitación aumentaba también lo hacía la presión de los palillos sobre el pézón. Al principio la sensación me resultó molesta pero, poco a poco empecé a encontrar placer en aquel leve dolor. En el último de sus intentos por no concederme el orgasmo que yo tanto deseaba fue mi cuerpo el que buscó el contacto con su mano. No la retiró y permitió que en esta ocasión fuera yo la que marcara el ritmo. La intensidad de mi respiración o, tal vez el movimiento de sexo le indicaron que estaba justo en el punto en el que ella deseaba tenerme. Sus dedos volaban sobre mi sexo, los palillos apretaban el pezón con toda la fuerza posible de la que ella era capaz. El calor invadía todo mi cuerpo, ligeras contracciones en mi húmedo sexo avanzaban el deseado final. Fue entonces cuando con un movimiento experto retiró los palillos y fue su cálida lengua la que lo atrapó. La sensación que experimenté desencadenó un intenso orgasmo al que sucedieron otros más suaves cada vez que su lengua recorría mi dolorido pezón. Aquel calor, aquella humedad de su lengua unida al cosquilleo de la sangre corriendo de nuevo bajo aquel pequeño trozo de piel me superó por completo. Cuando mi cuerpo se dio por vencido intenté hablar con ella. Sin embargo sus dedos, aquellos que me habían proporcionado aquel enorme placer, se pasearon por mis labios. Pasé mi lengua por ellos y me saboreé por primera vez. Una de mis manos se posó con firmeza sobre su torso logrando que su cuerpo se acomodara. Ahora me tocaba a mí... Era su turno...
01 agosto 2006
Brisa
Me desnudo. Paso por delante del espejo pero, esta vez no me detengo a observar mi cuerpo. Mis ojos ya no encuentran la belleza que tú siempre has visto en mi silueta. Por eso prefiero estirarme en la cama, perderme en la oscuridad de mi mente y recordar el sonido de tu voz. Mi torpe cerebro repite con insistencia las palabras mágicas que fluían de tus labios. Toda mi piel se eriza y un ligero cosquilleo invade mi sexo. Separo lentamente las piernas y el susurro de tu voz se hace más claro e intenso. Una suave aliento recorre mi cuerpo y se hace más intenso cuando llega a mi sexo. Puedo notar el calor. Me invade, me excita. Estás aquí... Lo sé. Muevo mi cuerpo en un intento de hacer permanente este deseo de mantener esta calidez que ya ha pasado a dominarme. Una leve variación en la intensidad que experimento me lleva a abrir los ojos. Estoy sola. Busco con la mirada de dónde procede la brisa que me ha hecho estremecer... El ventilador reposa en el mismo sitio en el que lo dejé la noche anterior...
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