Falta la resipiración y se acelera el pulso.
Oír la voz que tanto deseas. Esa que siempre te excita.
Lenta. Así es la tortura que te espera.
Los minutos pasan y ya no eres capaz de pensar en nada más.
Abres las piernas casi de forma automática.
Recorres mi cuerpo con la mirada y suplicas sin hablar.
Te acaricio. Te beso. Te lamo. Te muerdo.
Eres MÍA.
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