Hoy quiero darte las gracias. Sé que ya te estás preguntando por qué al mismo tiempo que tus labios dibujan, que tu boca susurra la ya tan conocida frase “no tienes que darme las gracias por nada”.
Pero yo siento que sí.
Gracias por ser, estar, existir. Irrumpir en mi vida no como un huracán que lo arrasa todo, sino como la brisa de septiembre que permanece para siempre.
Gracias por creer en mí. Por las palabras de ánimo cuando saco a pasear la peor versión de mi ser. A esa que se destroza y se rompe en los trozos más pequeños posibles para que ni si quiera el paso de los años sea capaz de recomponerme.
Gracias por caminar de puntillas bajo mi piel algunas veces. Por correr con fuerza en otras dejando tu huella en cada centímetro de mi cuerpo.
Gracias por arañarme el alma, retorcerla, morderla, exprimirla porque sólo así ha sido posible que aparezcan esas primeras gotas de mi esencia.
Gracias porque aun creyendo a pies juntillas en el “aquí y ahora”, cada vez que estás a mi lado pronuncias “siempre”.
Gracias por el amor, el cariño, la entrega. Por dar, por esperar. Por TODO. Por TODA. Por TI. Por TÚ. Por NOS.
GRACIAS.
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