28 mayo 2011

Morado



Una frase: “Te pinto las uñas”.


Te arrodillas a mis pies cuando podrías haberte sentado en cualquier silla. No qué te ha llevado a hacer algo así pero ahora no puedo apartar la mirada de cada uno de tus movimientos. Noto tus manos rozando mi piel. Son suaves, tibias. Invitan a dejarse llevar. A sentir. Y eso es precisamente lo que hago. Sin dejar de mirarte me dejo llevar por lo que siento. Por todo aquello que hace ya mucho tiempo debí de decirte y, sin embargo, no he encontrado el valor. Deseo alargar la mano. Acariciar tu pelo, rozar tus mejillas. Dejar que mis dedos resbalen por tu piel. Que la reconozcan. Que te aprendan.

Acabas de abrir el esmalte. Su aroma me envuelve y me recuerda que aún no sé a qué hueles, a qué sabes, a qué respiras. Mientras das la primera pincelada sobre mis uñas pienso en cómo será el perderme en tu espalda. Rozarte la nuca con los labios y recorrer cada centímetro de ti hasta llegar a las nalgas para volver a subir esta vez marcándote con los dientes, con los labios.

Sigo notando el pincel sobre las uñas y, sin dejar de mirarte, me recreo pensando cómo será resbalar sobre tu piel mojada. Notar tus caderas bajo las mías. Las mías bajo las tuyas. No puedo evitar estremecerme. Tú levantas la vista. Yo no puedo evitar ruborizarme pero me acabo de perder en tus ojos. Entonces alargo la mano. Tú bajas la cabeza permitiendo así que mis dedos te acaricien. Se para un mundo. Empieza el nuestro.

25 mayo 2011

Lunes

Las diez de la noche. Abro la puerta. Espero a que la vista se acostumbre a la falta de luz en el interior del piso. Algo resplandece al fondo del pasillo. Es tenue, cálido. Invita a acercase allí. Cuelgo el bolso en el perchero y empiezo a caminar despacio. Un aroma dulce empieza a envolverme. Creo saber a qué pertenece. Mejor dicho, a quién. Pero no quiero creerlo. Tal vez sea sólo una trampa de mi imaginación. Otra más.

Sigo avanzando. Escucho el sonido de mis tacones al golpear contra el suelo de madera. Los latidos de mi corazón que parecen ir al compás de cada una de mis pisadas. Llego al salón. Docenas de velas lo iluminan. Llenan de vida la estancia. En el centro, desnuda, sentada en el borde de una silla, con las piernas abiertas, las palmas de las manos hacia arriba y completamente ofrecida me esperas. Clavo mis ojos en tus labios. Observo la cinta de cuero que sostienes entre los dientes. Mientras me acerco te susurro: “ Sí. Te lo pondré. Te haré MÍA”.

24 mayo 2011

Encontrándote





Tu cuerpo.

Mis ganas.

Tu piel.

Mi deseo.

Humedad.

Mi lengua.

Humedad.

Tu sexo.

Mis dedos.

Tu deseo.

Mi piel.

Tus ganas.

Un, dos, tres.

Te erizas entera.

Un, dos, tres.

Te siento.

Todo.

Toda.

Recorro tu cuerpo con los labios.

Me estremezco.

Lamo cada centímetro de tu piel.

Te pegas aún más a mí.

Me deleito con la lengua.

Te estremeces.

Hago que el tiempo se detenga.

Te aceleras.

El mundo se para.

Te entregas.

18 mayo 2011

Deseos

Te observo en silencio. Mi mirada se detiene en cada uno de esos rincones de tu cuerpo que conozco de memoria, tanto, que incluso forman parte de mí. Sé que tú no me miras. Que tienes la vista clavada en el suelo. Pero yo sé que me estás esperando. Te leo. Me anticipo a tus deseos. Siempre lo he hecho y, por      fortuna, eso es algo que no ha cambiado entre nosotras. Sé lo que quieres. Si me lo propongo soy capaz de escuchar los latidos de tu corazón desde el otro lado de la sala.


Podría abrir la boca. Pedirte lo que quiero. Darte lo que ansías. Pero hoy no voy a hacerlo. Quiero que me mires. Que claves tus ojos en los míos. Que te pierdas en ellos mientras me dices todo lo que está pasando por tu mente en este instante.

Casi puedo escucharte pronunciando cada una de las sílabas de ese discurso que lucha por salir de tu interior: “Hazme tuya. Quiero que me beses, que me acaricies, que me arañes, que me muerdas. Deseo sentir tu boca, tus dientes, tu lengua en cada poro de mi piel. Quiero que me hagas el amor, que me folles. Quiero ser tú. Me muero porque seas yo…”.

17 mayo 2011

Sintiéndote. Sintiéndome.


Eres tú. Soy yo. Nuestras manos se confunden. Tu piel. Mi piel. Tu boca. Mis labios. Tu lengua. La mía.  Abro los ojos y aun así  son incapaz de diferenciar dónde empiezas tú. Dónde acabo yo. Te miro. Me pierdo en tus ojos.  Se me eriza cada centímetro de piel  mientras siento a través de las yemas de mis dedos que tú me sigues.
Noto tu cuerpo sobre el mío encajando a la perfección en cada hueco, en cada rincón. Te oigo respirar junto a mi cuello.  Deseo perderme en tu boca. Respirar tu aliento.  Llenarme de ti.  Pierdo el compás de mi respiración.  Mi corazón se acelera. Quiero más. Más de ti, de mí. Más de todo.  Lo quiero, sí. Y lo quiero ahora.

09 mayo 2011

La Petite Mort



Hace ya algún tiempo que no encontraba imágenes que me inspiraran. Hoy en la FNAC me he encontrado este libro maravilloso que os recomiendo a todos los amantes del placer.

Aquí os dejo un enlace por si queréis saber saber un poco más. ¡Que lo disfrutéis!

07 mayo 2011

Rompiéndome




Lejos de tu piel. De ese aliento que me da la vida cada vez que te respiro.


Apartada de esa mirada que me atrapa. De ese mundo en el que sólo existimos tú y yo.

Sentada en un rincón escucho el sonido metálico de todas esas partes de mí que se van rompiendo poco a poco.

Caen ante mi mirada impasible esas partes de mi historia, de mis sueños, de mis frustraciones. Me deshago del dolor aun sabiendo que habrá más con cada nuevo trozo de alma que se desprenda.

Y debería parar porque hace semanas ya que rozo la locura. Pero no puedo.

Me rompo. Me pierdo. Me desvanezco…

05 mayo 2011

A ti


Hoy me he levantado con la necesidad de hacer una cosa muy importante. Algo que no puedo dejar para más adelante porque ya va con demasiado retraso.


Hoy quiero darte las gracias. Sé que ya te estás preguntando por qué al mismo tiempo que tus labios dibujan, que tu boca susurra la ya tan conocida frase “no tienes que darme las gracias por nada”.

Pero yo siento que sí.

Gracias por ser, estar, existir. Irrumpir en mi vida no como un huracán que lo arrasa todo, sino como la brisa de septiembre que permanece para siempre.

Gracias por creer en mí. Por las palabras de ánimo cuando saco a pasear la peor versión de mi ser. A esa que se destroza y se rompe en los trozos más pequeños posibles para que ni si quiera el paso de los años sea capaz de recomponerme.

Gracias por caminar de puntillas bajo mi piel algunas veces. Por correr con fuerza en otras dejando tu huella en cada centímetro de mi cuerpo.

Gracias por arañarme el alma, retorcerla, morderla, exprimirla porque sólo así ha sido posible que aparezcan esas primeras gotas de mi esencia.

Gracias porque aun creyendo a pies juntillas en el “aquí y ahora”, cada vez que estás a mi lado pronuncias “siempre”.

Gracias por el amor, el cariño, la entrega. Por dar, por esperar. Por TODO. Por TODA. Por TI. Por TÚ. Por NOS.

GRACIAS.