28 diciembre 2006

Pasión Salvaje

Te beso. Te lamo. Te muerdo. Mi lengua recorre tu piel. Me tocas. Me lames. Me muerdes. Tus manos exploran mi cuerpo. Jadeas. Gimo. El corazón late con fuerza. Palpita tu sexo. Estallas. Exploto. Recibes. Me das.

Para "S"

21 diciembre 2006

Marcada por mi aliento





Me acerco con sigilo hasta la habitación. Empujo la puerta con cuidado intentando que no percibas mi presencia. Me gusta observarte cuando ignoras que estoy a tu lado. Contemplo tu espalda perfectamente dibujada bajo la blusa negra que contrasta a la perfección con el blanco de tu piel. Estás ligeramente inclinada mientras escribes otra de tus historias cargadas de erotismo. Suspiras y con un gesto muy femenino retiras el pelo dejando al descubierto la nuca. Bajas de nuevo la cabeza y continúas, sin inmutarte, abstraída en el mundo del placer.
Avanzo hacia ti muy despacio. A medida que mis pasos nos aproximan percibo el sutil aroma de tu perfume. Lo inspiro profundamente y noto cómo toda mi piel se eriza. Estoy detrás de ti. Flexiono las rodillas y coloco mis labios a escasos centímetros de tu nuca. Vierto sobre ella toda la calidez de mi aliento. Tu piel reacciona y cambia de textura. Tratas de girarte pero mis manos han sido más rápidas que tu deseo y te obligo a permanecer en la misma posición en la que te he encontrado hace unos minutos. Entiendes mi deseo. Lo satisfaces permaneciendo inmóvil.
Mis labios rozan tu nuca lentamente. A cada centímetro recorrido lo acompañas con un intenso suspiro. Me delito contemplando cómo tu respiración se acelera y leyendo en tu inmovilidad que deseas aún más placer del que te estoy proporcionando. La lengua se abre paso entre mis labios y acaricia con deseo tu piel. Trazo pequeños círculos con ella y un intenso gemido se escapa de tu interior. Saboreo a mi antojo esta parte de ti que me fascina, no tanto por su erotismo, sino por las connotaciones que tiene entre nosotras.
Percibo tu excitación y ahora, con mis susurros entrecortados, tú ya eres consciente de la mía. Me separo de tu piel mientras que las manos recorren muy despacio la distancia que hay entre tu cuello y los hombros. Una agradable sensación recorre todo mi cuerpo y la tibieza invade mi sexo. La lengua regresa a tu nuca y traza con firmeza una inicial sobre ella.
- Escríbelo otra vez- susurras
- ¿Qué estoy escribiendo?- inquiero divertida
- La inicial de mi tortura. La letra de mi placer. El nombre de mi pasión- respondes agitada.

Mojo bien la lengua y con la punta escribo sobre tu piel: De abajo hacia arriba una firme línea recta. Desciendo en perpendicular y vuelvo a subir con rapidez. Entre suspiros trazo la última línea de una “M” mientras mis manos ya se van deslizando hacia tu pecho.

18 diciembre 2006

Placer Infinito





Estiras tu cuerpo sobre la cama. Mis ojos te observan con atención. Recorro cada parte de tu anatomía. Me excito tan sólo con la idea del placer que ya me has proporcionado en la distancia. Tú me observas mientras te ruborizas. En tu mente acabas de dar rienda suelta a una de tus fantasías y te preguntas si serás capaz de convertirla en realidad. Me siento a tu lado. Mis manos recorren tu piel. Acerco mis labios a tu oído al tiempo que susurro: " Sé tú misma. Todo te está permitido"
Bajo mis dedos percibo que tus músculos se relajan. Que la respiración se hace más pausada. Cierras los ojos. Meditas. Dejo el contacto con tu cuerpo ofreciéndote así la paz necesaria para que te decidas a cruzar este nuevo límite. Te miro de nuevo y me doy cuenta de que ya has decidido. Tus manos se pasean suavemente por el cuello. La lengua roza la palma de tus manos que ya se dirigen apresuradas hacia los pezones. Ahora que empiezas a ser tú misma sólo tienes que entregarme tu placer. Aquí estoy yo para recibirlo con la mirada llena de lujuria y la humedad invadiendo mi sexo.

14 diciembre 2006

Liberación



Te observo desde la distancia y me deleito en recorrer con la mirada ese cuerpo que mi lengua ha saboreado miles de veces. Cierro los ojos y acuden a mi mente aquellas partes de ti que reaccionan intensamente a cualquier delirio que las someta. Caminas hacia mí. Por un instante pienso que vas a besarme. Pero, cuando nuestros labios están a punto de encontrarse, bajas el cuerpo y te acomodas a mis pies. Trato de levantarte. Hoy no quiero roles. Sólo dos cuerpos que ansían el placer. Sin embargo tú ya has decidido. Me muestras tus nalgas desnudas. Las acaricio con suavidad. Mis dedos se deslizan por tu piel que se eriza constantemente. Lentamente bajo mis manos que ansían encontrarse con tu sexo. Aún no he llegado a él y las primeras gotas de humedad inundan las yemas de mis dedos. Suspiras.
Haces un leve movimiento con las caderas. Deseas más. Lo sé. Te oigo respirar. Retiro la mano. Murmuras. Desciendo la altura de tu rostro.

- ¿Has dicho algo?-
- No. Nada- te esfuerzas por responder
- Pues a mí me ha parecido escuchar que decías algo- sentencio

Me concentro de nuevo en tus nalgas. Suspiras profundamente a pesar de que ni si quiera te toco. Lentamente llevas tu mano hacia atrás. Estoy a punto de detenerte. Quiero seguir disfrutando de la visión de tu cuerpo excitado. Pero al mismo tiempo siento curiosidad por conocer aquello que pasa por tu mente. Levantas el pie con elegancia. Enganchas tus dedos al tacón de la sandalia y con un rápido movimiento separas aún más las piernas dejando a la vista tu sexo perfectamente rasurado y lleno de tu esencia.

- Fóllame- susurras extraña de tu propio deseo
- ¿Qué quieres que te haga?- digo al mismo tiempo que me excito escuchando esta palabra recién salida de tus labios.
- Quiero que me penetres- respondes entre gemidos
- No es eso lo que he entendido hace un momento-
- Fóllame- murmuras en un tono de voz apenas perceptible.
- No te oigo. No sé lo que quieres-
- ¡Fóllame!- exclamas al fin

Trato de continuar la conversación. Es inútil. Soy consciente de que ya estoy imaginando el modo de satisfacerte.
- ¡Fóllame. Fóllame. Sí lo quiero. Sí lo deseo!- gritas esta vez en una especie de liberación que te hace aún más hermosa ante mis ojos.
Empujada por tu excitación me acerco hasta el lugar en el que guardo los objetos del deseo. Abro el viejo baúl de madera y sonrío mientras me pregunto: ¿Qué logrará provocarte el intenso orgasmo que anhelo ahora de tu cuerpo?

09 diciembre 2006

El espejo




El tacto del papel me saca del profundo sueño. Lo tomo entre mis dedos y fijo la vista en él. Apenas consigo descifrar su contenido. No es necesario porque la letra me transporta al sudor, al placer, al deseo, a la humedad de mi sexo combinada con el calor de su lengua. "Tu rostro está precioso en este instante" recuerdo que me susurra al tiempo que una fina cinta de cuero besa la piel de mi espalda.
Inspiro los restos de su aroma. Salgo de la cama y me muestro desnuda ante el espejo. Me observo. Detengo la mirada en cada rincón visible de mi anatomía y me esfuerzo por trazar la invisible. El deseo se apodera de mi piel. Las manos cobran vida. Me acaricio. El cosquilleo tan ansiado aparece entre mis muslos.
"No cierres los ojos. Observa tu placer, ni si quiera pestañees cuando percibas el ansiado orgasmo" ordena mi mente una y otra vez. Me aprieto los pezones, un intenso gemido se escapa de mi boca. Echo hacia atrás la cabeza... ¿Seré capaz de satisfacer esta nueva fantasía?

05 diciembre 2006

Blogs eróticos



Bueno queridas gentes que me seguís a diario. Al final lo he hecho. He presentado este modesto blog al certamen organizado por el diario gratuito 20 minutos. Para mi sorpresa, ha sido aceptado y compito dentro de la categoría de "Mejor Blog Erótico".
Esta mañana mientras revisaba a la "competencia" me he encontrado con el Blog de Un tigre en la cama que me ha subido la moral, cosa que agradezco porque no atravieso el mejor momento personal. Ahora solo queda escribir y crear fantasías en vuestras mentes.
Gracias a todos/as por estar SIEMPRE ahí.

04 diciembre 2006

Muñecas










Mientras paso la lengua por la espalada y acaricio tus nalgas
Un recuerdo del pasado invade mi mente
Ñoñerías de antaño que aprendo a desterrar para siempre
Excitas todos mis sentidos y eso es lo único que ahora importa
Compartir contigo cada sensación, cada sentimiento que descubre
A las mujeres en las que nos estamos convirtiendo y que
Sobrevivirán al paso de tres mil vidas más.

29 noviembre 2006

Humo



- Estoy sudando- afirmé sin ser demasiado consciente de que no hacía más que confirmar algo que era obvio.
- Sudas como la perra que eres- respondió él con un tono de voz que jamás hasta ese momento había escuchado en un hombre.
Mi primera reacción fue la de replicar al calificativo que acababa de emplear conmigo pero, enseguida me di cuenta de cuánta razón tenía y de lo mucho que me excitaba escuchar en sus labios aquella palabra. Cierto. Era una perra. Su perra. Él percibió mis pensamientos y tiró de mi pelo con fuerza haciendo que mi cabeza casi rozara la espalda. Mi mirada quedó atrapada por la fuerza que transmitían sus ojos y apenas percibí la perversión que se escondía detrás de su enigmática sonrisa.
- Cierra los ojos- murmuró
- No- respondí en un tono más desafiante del que en realidad pretendía
- ¡He dicho que cierres los ojos, perra!- repitió acompañando sus palabras con un sonoro azote en mis nalgas.
- No- repetí al mismo tiempo que saboreaba de leve dolor que me acababa de causar con la mano.
- Como está claro que no quieres obedecerme por las buenas, lo vas a hacer por las malas.
- Tú mismo- sentencié siendo absolutamente consciente de mi insolencia y, por supuesto, disfrutando de ella.
Sus manos volvieron a tirar de mí hacia atrás y mi excitación creció cuando fui consciente de la fuerza que encerraba. Con la maestría que yo ya esperaba de él me cubrió la parte superior del rostro. A pesar de que yo continuaba con los ojos abiertos, hecho con el que por supuesto él ya contaba, el modo en el que me acababa de cubrir los ojos me impedía ver nada. Traté de encontrar algún punto de claridad para poder orientarme pero fue imposible. Él sabía lo que hacía pero, por encima de eso, sabía lo que deseaba en este momento.
Nuevas gotas de sudor empezaron a invadir diversas partes de mi cuerpo aunque en la espalda se habían convertido en un auténtico espectáculo. Noté cómo deslizaba su mano por ella siguiendo con el dedo el trazado que las gotas marcaban. Recorrió una, dos, tres veces el mismo camino acompañado el sudor que caía desde mi nuca, pasando por el centro de mi espina dorsal y muriendo al final de mis nalgas. Le oí suspirar tan cerca de mí que, por un instante, pensé que tal vez iba a hacer realidad mi único deseo en aquel momento: Sentir el contacto de su lengua en mi piel recogiendo y saboreando el líquido salado que manaba de mi cuerpo.
Sin embargo nada de esto fue lo que sucedió a continuación. Escuché un sonido metálico, seco, acompañado de una intensa bocanada de aire. Un aroma dulce me envolvió. ¡Estaba fumando! No me lo podía creer. ¿Cómo era posible que, en un momento como este, alguien, incluso él, se permitiera el lujo de dejarlo todo para encenderse un cigarro? Estaba en plena fase de enfado, frustración y decepción cuando noté un agradable calor a la altura de la nuca. Los sentimientos negativos se evaporaron por completo y un deseo creciente empezó a apoderarse de mí. Notaba cómo el calor me recorría la espalda. No sabía en función de qué unas veces lo sentía más fuerte y otras apenas duraba décimas de segundo. La respiración se volvió más agitada convirtiéndose en un intenso gemido cuando dos de sus dedos me penetraron inesperadamente.
- Me gusta. Es como deslizar un cuchillo en mantequilla caliente- afirmó satisfecho ante la comparación que acababa de hacer.
Yo era incapaz de pronunciar una palabra. En aquel momento sólo sabía que deseaba más. Quería más placer de sus manos, más de todo. En definitiva, más de él. Percibía su respiración, mis jadeos, el calor que me quemaba la espalda, el hormigueo que se hacía cada vez más intenso entre mis piernas. Respiraba con fuerza y, en cada inhalación, aquel aroma dulce me llenaba por completo.
Poco a poco empecé a perder el control de mi cuerpo. Traté sin éxito de medir aquel placer desconocido hasta entonces para mí. Pero fue inútil. Al final me dejé llevar. Él marcó un ritmo intenso: Calor en la espalda, penetración intensa, azote, calor en el pecho. Mi cuerpo bailaba a aquel compás con una naturalidad sobrecogedora. Parecía que llevara toda la vida esperando a que alguien encontrara la frecuencia adecuada para hacerlo funcionar de aquel modo.
Algún gesto en mi rostro o, tal vez, alguno de los movimientos de mi cuerpo le advirtieron de que un orgasmo salvaje estaba a punto de poseerme. Con la misma habilidad que me había cubierto parte del rostro me permitió ver de nuevo. La imagen me subyugó por completo: Tenía un cigarrillo casi rozándome la piel y unas manos mojadas y viriles entre mis piernas.
- ¡Mírame y no cierres los ojos!- ordenó
Tampoco hubo respuesta esta vez por mi parte. Apoyé mi mano en su hombro, alcé la mirada, me perdí en la confluencia de tonalidades verdes de sus ojos y un cálido orgasmo me sacudió de arriba abajo. Durante varios minutos las paredes de la habitación recogieron el eco de mis gemidos. Sus manos se llenaron de mí y, ahora si, su lengua recogió con avidez el sudor que empapaba mi cuerpo.

27 noviembre 2006

Éxtasis



Acerca tus manos a mi piel. Deja que tu lengua me estremezca. Penetra entre mis muslos con fuerza. ¡Sí, así! Observa ahora mi rostro justo en el instante en el que me entrego...

23 noviembre 2006

El Piercing



Todo es blanco en la habitación. Allá donde dirija la mirada sólo veo material perfectamente esterilizado. Avanzo decidida hacia la camilla del fondo de la sala intentando adivinar qué pesa más en mi interior: El temor o el deseo. En cualquier caso, estoy a punto de adivinarlo. A través de la puerta escucho una voz masculina que me sugiere que me desnude. Es necesario para poder continuar con esta experiencia.
Bajo lentamente la cremallera de mis botas. El sonido seco del metal descendiendo por el cuero de mi calzado se hace más intenso en la estancia casi vacía. Con un leve movimiento saco los pies de su interior y decido permanecer descalza sobre el suelo. El frío que sube a través de ellos se mezcla con la tibieza que empiezo a sentir entre mis muslos provocando que la respiración se me acelere. Es un cambio en el ritmo apenas perceptible pero suficiente para reconocer mi excitación y confirmar que es el deseo lo que me ha traído a este lugar.
Los pantalones se deslizan con facilidad y los dejo perfectamente doblados junto a las botas. Pasan unos segundos y considero la posibilidad de quitarme la ropa interior pero quizá sea mejor esperar a que la voz masculina entre en la habitación. Como si me leyera el pensamiento aparece en la sala. Es alto. Luce un perfecto bronceado y una sonrisa cómplice que yo correspondo lanzándole una de mis miradas tipo: "Vamos a pasarlo bien".
Sus ojos observan mi cuerpo semidesnudo mientras que su voz me invita a quitarme las bragas. "Lo que has venido a hacer aquí no es posible con ellas puestas", dice al mismo tiempo que sonríe con picardía. Clavo mi mirada en él y, con el mayor descaro del que soy capaz, dejo que el algodón de mi ropa interior acaricie los muslos, se detenga mínimamente en las rodillas y llegue hasta los tobillos de donde la recojo con un experto movimiento.
- Ahora túmbate en la camilla y relájate- dice dando un nuevo repaso esta vez a la parte desnuda de mi anatomía.
- Estoy en buenas manos, ¿verdad?- respondo con ironía
- ¡En las mejores, querida!-
Deja de hablar durante un instante y se dirige hacia un enorme banco metálico lleno de instrumental totalmente desconocido para mí. Regresa sosteniendo en la mano derecha lo que yo figuro que son unas pequeñas tenazas mientras que en la otra me muestra una pieza de acero.
- Así es que estos son los piercings que has escogido para tu sexo... Me gustan. Creo que quedarán bien en esta zona que llevas perfectamente depilada- sentencia tal vez intentando ruborizarme pero obteniendo de mí el efecto contrario.
- Sí. Creo que es el mejor modo de lucirlos. Con el sexo rasurado por completo- respondo haciendo caso omiso de su alusión a los pendientes que está a punto de colocarme
- Perfecto. Ahora necesito que separes un poco las piernas y que te coloques en una postura en la que te sientas cómoda- dice al tiempo que coloca los piercing y las tenazas en una pequeña bandeja y sus dedos se dedican a explorar la zona en la que van a trabajar durante los próximos minutos.
Cuando sus manos entran en contacto con mi sexo un fuerte suspiro se escapa de mi boca. Cierro los ojos. Sé que él se ha dado cuenta de mi excitación no sólo gemido, sino por la humedad que ha invadido mi sexo. Pero prefiero no visualizar este hecho.
- Vas a notar bastante frío ahora. Utilizo este spray para insensibilizar la zona en la que voy a colocar los pendientes. Si por algún motivo te molesta demasiado no tienes más que decírmelo, ¿de acuerdo?-
- Perfecto- acierto a responder mientras pienso que algo helado es justo lo que me faltaba para excitarme aún más pero claro, eso él no lo sabe. ¿O sí?
Percibo una intensa sensación de frescor justo en el centro de mi sexo. Al principio es casi como una brisa que incluso agradezco porque viene a paliar un poco mi agitación. Sin embargo, a medida que los segundos van transcurriendo y el frío se hace mucho más intenso el deseo se apodera de nuevo de mi cuerpo de un modo incluso más fuerte que con anterioridad. Trato de controlarme aunque ahora noto cómo el latex de sus guantes palpan los labios interiores de mi sexo y presionan con suavidad sobre el clítoris. Intento convencerme de que esta manipulación terminará pronto pero enseguida compruebo que no lo hará con la suficiente rapidez como para lograr calmarme. Estoy a punto de pedirle que pare. Quiero decirle que no lo soporto pero no tiene sentido. No es el frío lo que me molesta, ni si quiera son sus manos. Es la certeza de que el orgasmo que se está preparando en mi interior llegará demasiado rápido.
Aprieto la espalda con fuerza contra la camilla en un vano intento de distraer la atención a otra zona de mi cuerpo. Él me está hablando. Me explica cómo, en breve, va a empezar a colocarme los pircings en los lugares que yo he escogido con anterioridad. No le escucho porque acabo de sucumbir al deseo y al placer. El contacto de mi sexo con sus dedos cesa un instante. Escucho un sonido metálico e intuyo que está cogiendo el material que necesita para perforar mi piel. Algo cálido se aproxima de nuevo a mí. Sí. Son sus manos. Dos de sus dedos separan con maestría los labios de mi sexo haciendo que me estremezca y que otro profundo suspiro se escape, ya sin rubor, de mi garganta. A continuación noto un ligero pinchazo en la parte interior de mi sexo. Un dolor seco, intenso y rápido al que le acompaña un fuerte hormigueo.
De repente noto su aliento junto a mi oído mientras que una voz que reconozco como suya me susurra: "Disfrutas con el dolor, ¿verdad?". Un gemido más intenso es toda la respuesta que obtiene de mí. De nuevo sus dedos recorren mi clítoris y siento cómo palpita con fuerza. Ahora el frío en esa parte de mi cuerpo se ha hecho menos intenso y la mezcla con la calidez de mi propia humedad es exquisita.
Percibo las tenazas de nuevo muy próximas a mi piel. Dolor, placer y el cosquilleo inconfundible del inminente orgasmo. Ahora algo se desliza por el interior de mi piel. Es algo pequeño pero muy duro que él está haciendo girar con sus dedos al mismo tiempo que me roza con suavidad. Ese movimiento es suficiente para lograr un fuerte estallido en mi interior. Una oleada de placer viaja desde el centro de mi sexo a todas las partes de mi cuerpo sumergiéndome en una intensa sacudida que, por supuesto, él percibe. Me deleito en el orgasmo que me ha proporcionado notar mi piel perforada mientras mi respiración se va estabilizando. Su voz me saca del ensimismamiento en el que estoy inmersa.
- Hemos terminado-
- Ha sido un placer- acierto a responder
- Podemos repetir cuando quieras- afirma al mismo tiempo que me hace un guiño con los ojos.

21 noviembre 2006

El susurro que me acompaña


Me deslizo en la cama con todos los sentidos a flor de piel. Cuando mi cuerpo desnudo entra en contacto con las sábanas recién planchadas y perfumadas un intenso escalofrío me recorre desde la nuca hasta la planta de los pies haciéndose más intenso entre mis muslos. Un leve suspiro se escapa de mi boca y no puedo evitar sonreír ante la avalancha de sensaciones que se acumulan en mi interior. Dejo caer la cabeza sobre la almohada, relajo todos mis músculos, cierro los ojos, intento hacer que mi respiración sea más suave al tiempo que alejo la mente del mundo que me rodea. Así es como me enseñaron a dormir. Así es como lo he hecho siempre…
Sin embargo, cuando logro apartar cualquier imagen de la realidad, un leve susurro llega hasta mis oídos. De inmediato el corazón me late con fuerza en el pecho. No necesito abrir los ojos. No hace falta escuchar nada más. Es el sonido de tu placer que se niega a abandonarme aún cuando mi cuerpo está casi exhausto. Trato de alejarme de ese murmullo que se hace más intenso cuando intuye que voy a abandonarle.
Abro los ojos. Te sigo escuchando. Los susurros se han convertido ahora en gemidos, en pequeños halos de oxígeno que salen de tu boca en forma de intensos suspiros. Noto cómo todo mi cuerpo reacciona. Es inútil resistirse a la tentación cuando el cuerpo y, sobre todo, la mente hace tiempo que se entregaron. Observo mi anatomía con atención. La piel que alcanzo a ver está erizada, la respiración se entrecorta y mis labios se separan lentamente para dejar que sea mi lengua quien los acaricie esta vez. Percibo su suavidad. Me deleito en saborear mi propio aliento. Un leve sonido sale de mi interior. En circunstancias diferentes estaría tratando de controlarlo pero en este mismo instante es algo que no me preocupa, es más, incluso me excita porque hace que me sienta más cerca de ti.
Mi mano derecha abandona la almohada en la que ha estado reposando hasta ahora y se dirige suave pero con firmeza hasta mi cuello. Mientras mi lengua continúa saboreando todos los rincones de mi boca, los dedos se deslizan con maestría por la barbilla y acarician con ternura el perfil de mi garganta. Recorren con lentitud cada centímetro que separa la cara del cuello. Se detienen a explorar cada ángulo de mi rostro y se tornan más suaves cuando llegan al lugar desde donde el placer se hace audible. Ahí todas mis sensaciones se convierten en un cálido cosquilleo que me sacude con ternura.
Los pulmones se ponen de mi parte esta vez y me ayudan a sacar todo el aire que estoy acumulando en mi interior mientras me acaricio. De nuevo los labios me obedecen y, en esta ocasión, me encuentro cara a cara con un intenso suspiro que atraviesa la garganta con lentitud permitiendo que empiece a excitarme con el sonido de mi voz, con la experiencia de mi propio placer. Cierro los ojos porque ya no necesito mirar hacia ninguna parte. Todo lo que deseo ahora reside en mí,en el espíritu que controla mi alma.
Una mano tibia recorre mis pechos. Bordea su contorno con mucha suavidad. Apenas percibo el roce de los dedos aunque intuyo que están ahí. La mano izquierda viene a unirse a su compañera y me someten a sus caprichos. Dos dedos se encargan de trazar pequeños círculos sobre la fina piel de los senos mientras que otra pareja de compañeros inicia un desconocido viaje hasta los pezones. Encuentran su destino con facilidad porque ambos se erigen con firmeza en el centro de la tierra prometida. No dudan en celebrar el éxito de su misión y se lanzan con avidez sobre el primero de ellos. Lo bordean, lo escalan, acarician sus bordes con maestría. Pero eso no es suficiente y, al mismo tiempo que sus compañeros están recorriendo sin cesar cada parte de la piel que les rodea, ellos deciden hacerme presa de un intenso placer.
Siento una leve presión sobre el pezón derecho que, al principio, me sorprende pero que a continuación da paso a un agradable cosquilleo. La sensación empieza a desaparecer cuando, de repente, una presión más intensa arranca un gemido incontrolado. Sonrío porque he adivinado el juego que mis dedos se llevan entre manos. No hago el menor gesto para oponerme a la intensidad que me domina y me envuelve. Escucho mis suspiros incontrolados y permito que la otra mano que hasta ese momento solo me ha estado acariciando juegue con el pezón que queda libre.
Los dedos trabajan al unísono. Aprietan primero con suavidad y, justo en el momento en el que considero que no puedo experimentar más placer, me recuerdan todo lo contrario aprisionando mis pezones con fuerza y dejándolos escapar con rapidez. Una de las manos se desliza ahora hacia mi boca y acaricia los labios. Mi lengua sale a recibirla y moja cada uno de los dedos que regresan a humedecer los pezones. El hormigueo se hace esta vez más intenso. La oleada de placer que me invade hace que, de forma instintiva, separe los muslos para que pueda notar sin dificultad toda la humedad de mi sexo.
Intento levantar la cabeza para contemplar el cuerpo excitado pero un intenso temblor me recorre obligándome a permanecer en la misma postura. Percibo el calor de mis manos aproximándose a la humedad de mi sexo. Los gemidos que hasta ese momento salían de mi boca se han transformado en susurros, en la expresión de palabras sin sentido pero que, al mismo tiempo, me excitan. La mano derecha es la primera en adentrarse entre mis muslos y acaricia el borde mi sexo que palpita cada vez que percibe su proximidad.
El momento que deseo con desesperación acaba de llegar. Los dedos recorren mi sexo completamente mojado. Intentan caminar por él pero enseguida descubren que me torturan más si se deslizan entre los labios y presionan levemente la pequeña cima del interior. Al principio sólo son suaves caricias que me estremecen y provocan sensuales sonidos en mi boca. Poco a poco los dedos ejercen más presión sobre mi sexo logrando que cada vez esté más excitada. Percibo un movimiento rítmico de la mano que, con inteligencia, ha sabido encontrar el punto exacto en el que se concentra todo el placer que soy capaz de sentir. Lo atrapa entre los dedos y el movimiento se va incrementando a medida que lo hace el deseo.
La humedad se desliza como un torrente entre mis muslos y es, en ese momento, cuando la mano izquierda viene a ofrecerme el último de los castigos del placer. Siento mi sexo a punto de estallar y, cuando pienso que no voy a poder prolongar mucho más esta sensación, algo penetra en mi interior haciendo que gima con intensidad. Noto la humedad de mi interior y no reprimo la idea que en ese momento atraviesa mi mente. Sin dejar de acariciar mi sexo, cosa que ya me es imposible por completo, llevo la otra mano a mi boca. Los dedos se adentran en ella y la lengua se deleita con el manjar que acaba de recibir. Percibir mi propio sabor me lleva más allá.
Ahora todo el cuerpo acompaña el ritmo que impone la mano que se encuentra en mi sexo. Las caderas se balancean suavemente al tiempo que ese “algo” me penetra de nuevo. Esta vez no tomo decisión alguna. Dejo que mi cuerpo encuentre su propio camino hacia la inmensidad del placer que me tenga reservado.
Durante unos segundos se produce el equilibrio. Siento un hormigueo que invade el centro de mi sexo al mismo tiempo que un intenso calor se apodera de mi interior. Percibo la tibia humedad que ahora me llena las dos manos. Los movimientos se hacen cada vez más rápidos pero sin perder el ritmo que me está enloqueciendo. Gimo, susurro, hablo… Noto cómo la sangre se agolpa bajo mi piel para proporcionarme el estallido de placer que ansío, que deseo, que percibo, que noto, que está ahí….
Un sonoro gemido de placer inunda la habitación en la que me encuentro al mismo tiempo que todo se abre en mi interior proporcionándome un intenso orgasmo. Me rindo al placer. Me deleito con él. Lo disfruto en toda su intensidad y me siento inmensamente feliz porque el susurro que me acompaña ha logrado sacar algo nuevo de mí.

01 noviembre 2006

El lugar que imaginas




Llevaba días pensando dónde se produciría nuestro primer encuentro. No existía ningún plan concreto para aquella primera vez. Las cosas entre nosotras siempre habían fluido con naturalidad y, para esta ocasión tan especial, no íbamos a hacerlo diferente.
Al principio pensé que debería escoger uno de los restaurantes en la zona alta de la ciudad a los que voy con frecuencia. Esos locales son perfectos para veladas íntimas
Sin embargo, algo en mi interior me decía que necesitaba algo diferente. Desde el principio tenía claro que la cena era lo de menos así es que me concentré en buscar un lugar en el que, simplemente, las dos nos sintiéramos bien.
Una mañana al levantarme, mientras que aun conservaba vivo el recuerdo de mi reciente sueño con ella apareció en mi mente el lugar idóneo para vernos. Había oído hablar a mis compañeros de trabajo de aquel lugar pero, la verdad es que nunca había tenido curiosidad por conocerlo. Tal vez fuera el momento de hacerlo. Llegó el día señalado y a las nueve en punto de la noche me presenté en el restaurante ella aún no había llegado lo cual agradecí porque esto me permitía inspeccionar el lugar y empezar a dar rienda suelta a mi imaginación. Aquel restaurante estaba decorado al más puro estilo oriental. Un amplio comedor perfectamente ordenado daba paso a unas preciosas salas para cenas privadas. No pude evitar sonreír y disfruté con la idea de que en breves minutos iba a compartir con ella uno de aquellos espacios
Después de esta primera visita decidí que la esperaría en el interior. Me excitaba la idea de que ella atravesara aquella sala tal y como yo le había indicado. Elegante, segura, digna y, por supuesto, sin ropa interior Acaricié con mis dedos la fina mesa de madera que tenía justo a mis pies. Me estremecí al pensar que tal vez así fuera el tacto de su piel. Empezaba a disfrutar del momento cuando la puerta del reservado se abrió.
Apareció ante mí una joven oriental que venía a hacerse cargo de mi abrigo y a asegurarse que no me faltaba de nada. Casi con la misma discreción con la que había entrado se marchó y me dejó de nuevo sola con mis pensamientos. Me arrodillé junto a la mesa y traté de no pensar, de dejar libre mi mente tal y como sucedía cada vez que compartía mi tiempo con ella. "Mejor no premeditar nada. Mejor que las cosas sucedan" repetía mi mente una y otra vez. Mientras estas palabras sonaban en mi interior noté una presencia a mi lado. Sabía que debía abrir los ojos. Estaba segura de que era ella. Sin embargo prolongué aquella sensación unos segundos más preparándome para disfrutar lo que el resto de la velada tenía reservado para nosotras.
Cuando volví a la realidad me encontré directamente con su mirada y, aunque traté de ser lo más racional posible, el momento no era el más adecuado para obedecer a la mente. Ella se había agachado de manera que su rostro quedaba a la misma altura que el mío. Mis labios se acercaron a los suyos lentamente hasta que empecé a percibir la suavidad de su boca
Nuestros rostros encajaron a la perfección mientras que nuestra respiración agitada se había transformado en una sola Quería saborear su lengua, conocer el sabor del oxígeno que la alimentaba pero era incapaz de alejarme de aquella sensación que me invadía
Fue ella la que decidió explorarme. Lentamente abrió sus labios y la calidez de su lengua me inundó por completo al mismo tiempo que unas manos delicadas acercaban aún más mi rostro al suyo Me rendí al deseo, al placer, a la ternura. Mi lengua entró en contacto con la suya. Ignoro cuánto tiempo permanecimos así pero recuerdo perfectamente el vacío que sentí cuando ella se separó de mi lado
Yo quería permanecer en su cuerpo todo el tiempo que fuera posible. Deseaba formar parte de su deseo, de su pasión. Percibió mi tristeza y sonrió. Se arrodilló al otro lado de la mesa y fue entonces cuando pude contemplar parte de su anatomía. Un cuerpo reservado solo para el placer que ambas compartiríamos horas después y que, en esos instantes, yo ignoraba por completo......


NOTA. Este texto no está corregido. Ha sido fruto de un momento de narración en directo y he querido reproducirlo tal y como salió de mis dedos, de mi mente y de mi espíritu

27 septiembre 2006

Te cubro de besos


Hoy sólo quiero cubrirte de besos. Desnudarte lentamente con mis manos temblorosas y arropar tu piel con la calidez de mis labios. El deseo me invita hoy a mecerte entre mis brazos y a beber de la rabia y el dolor que llena tus lágrimas. La pasión que me despiertas en este instante necesita compartir el silencio contigo...

Para "S"

01 septiembre 2006

Las seis y media

La imagen de tus muñecas atadas por una gruesa cinta de cuero me persigue desde hace unos minutos. Intento concentrarme en aquello que debo hacer pero, cada vez que cierro los ojos, veo tu espalda desnuda, el sensual perfil de tus labios y justo a la altura de la frente me deleito con el placer de observar tus manos entrelazadas y totalmente entregadas. Son las seis y media...

25 agosto 2006

El placer de lo desconocido

Hablamos durante horas sobre aquello que deseamos, sobre esas fantasías que inundan nuestra mente y que no tenemos la certeza de ser capaces de hacerlas realidad. Las madrugadas son demasiado cortas para dar rienda suelta a nuestro deseo hasta este momento solo expresado con palabras. Sin embargo hoy es todo distinto. Estoy frente a ti y hace rato que intento descifrar ese brillo en tu mirada. Mi corazón entiende pero mi mente se niega a aceptar sin discusión alguna el mensaje tan evidente que expresan tus ojos. Paseas con ternura tu mano por mi nuca e intento ocultar la reacción de mi piel y este cambio brusco en mi respiración. Tus dedos presionan levemente mi cuello. Sé lo que deseas pero hoy estoy más rebelde de lo habitual así es que decido no agachar la cabeza y aguantarte la mirada.
Te alejas de mi lado unos instantes y cuando regresas compruebo que tu mano sostiene esa seda de la que tanto hemos hablado y que, aunque no te lo haya dicho, forma parte de mis sueños más intensos. Cierro los ojos y el contacto con esta delicada venda logra que se erice toda mi piel y que cada vez se me haga más complicado controlar el aire que entra y sale de mi cuerpo.
Te alejas de nuevo y sólo gozo del privielgio de escuchar tus movimientos alrededor de la cama. Sólo soy capaz de identificar uno que se asemeja al sonido de la cremallera de una bolsa de viaje pero, tampoco estoy demasiado segura de esto. La calidez de tu aliento junto a mi oido me sorprende y accedo a tu petición sin cuestionarme nada. Puedo notar el peso de mi cuerpo sobre las rodillas y cómo la superficie sobre la que me encuentro me dificulta la labor de mantenerme erguida. Aún así, me esfuerzo por conseguirlo.
Paseas por la habitación. A juzgar por tus movimientos creo que estás ordenando "algo" pero no tengo la más mínima idea de lo que puede ser. Mi cerebro lucha por ofercerme una imagen coherente de lo que está sucediendo pero ninguna de las escenas que me presenta considero que se aproxime a lo que está sucediendo aquí. Siento tu mano deslizándose por mi espalda. Recorre mi cintura. Acaricia mis nalgas. Se interna en mi sexo.
- Estás sudando. Tu respiración se entrecorta y estás completamente húmeda. No tienes ni idea de lo que ocurre a tu alrededor. Es más. No sabes qué es lo que va a suceder a continuación y, sin embargo, ya lo estás disfrutando.
Tu voz me devuelve a la realidad y compruebo cómo cada una de las reacciones relacionadas con mi cuerpo son ciertas. Intento controlarlas pero ya es tarde. El deseo de ir más allá, la necesidad de conocer cuál será tu próximo movimiento me domina por completo.
Sí. Estoy desnuda, de rodillas, con los ojos vendados. Sudo, jadeo, me excito y en este momento sólo existo para descubrir qué tienes reservado para mí durante los próximos minutos...

14 agosto 2006

Chopsticks



Mientras me acercaba la silla a la mesa percibí la sutil intesidad de su perfume. Cerré los ojos y traté de recordar cuándo había sido la última vez que ese aroma había formado parte de mi piel. Durante unos segundos estuve a punto de fijar en mi mente la fecha exacta, el momento concreto pero una agradable sensación me sacó del ensimismamiento. Observé con sorpresa la silla vacía al otro lado de la mesa pero su presencia era tan abrumadora que era imposible no percibirla. Una ténue calidez recorrió la parte derecha de mi cuerpo y supe al instante que estaba a mi lado.
Acercó sus labios a mi oido y permaneció a escasos centímetros de ellos. No pronunció palabra alguna pero, por el calor que desprendía su boca no fue difícil adivinar sus deseos. Desabroché un botón de la blusa y acomodé la espalda en la silla. Le lancé una mirada desafiante que fue correspondida con un "no es suficiente y lo sabes". El sonido de su voz me erizó toda la piel al tiempo que percibí un ligero hormigueo en mi sexo. El corazón me latía con fuerza, tanta que estuve a punto de abandonar el juego. Sin embargo, la sensación que me embargaba era demasiado placentera y a la vez desconocida. Debía seguir adelante. Es más... ¡Lo deseaba!.
Desabroché un nuevo botón al mismo tiempo que percibí una mano firme y sensual sobre mis piernas. Con un ágil y experto movimiento separó mis muslos dejandome en una postura que, en un principio me avergonzó pero que después logró excitarme aún más. Supliqué en mi mente que no me obligara a quitarme la ropa interior. Mi sexo estaba húmedo, tanto que estaba segura que sus dedos ya lo habían percibido. Me sentí incómoda ante esta evidencia de mi excitación. Ella pareció intuirlo porque paseó una de sus manos por el interior de mis muslos hasta que dos de sus dedos recorrieron mi sexo suavemente y permanecieron allí. Notaba como con cada una de sus caricias la sensación de cosquilleo aumentaba. Tenía la respiración entrecortada y estaba a las puertas de un intenso orgasmo cada vez que me acariciaba. Pero ella lo sabía y era capaz de dejar sus dedos inmóviles cada vez que mi respiración entrecortada le confirmaba que el final estaba próximo.
Una extraña punzada me hizo abrir los ojos. Absorta en el placer que me envolvía no me había dado cuenta de que mi blusa estaba totalmente abierta y uno de mis pechos estaba al descubierto. Observé que el pezón había quedado atrapado entre dos palillos chinos. La miré directamente a los ojos y, al comprender la pregunta, le hice saber que no me dolía lo que estaba haciendo. Separó levemente los palillos mientras que sus dedos acariciaban de nuevo mi sexo. Me abandoné por completo al placer y al ritmo que, a partir de ese instante, ella impuso. Conforme mi excitación aumentaba también lo hacía la presión de los palillos sobre el pézón. Al principio la sensación me resultó molesta pero, poco a poco empecé a encontrar placer en aquel leve dolor. En el último de sus intentos por no concederme el orgasmo que yo tanto deseaba fue mi cuerpo el que buscó el contacto con su mano. No la retiró y permitió que en esta ocasión fuera yo la que marcara el ritmo. La intensidad de mi respiración o, tal vez el movimiento de sexo le indicaron que estaba justo en el punto en el que ella deseaba tenerme. Sus dedos volaban sobre mi sexo, los palillos apretaban el pezón con toda la fuerza posible de la que ella era capaz. El calor invadía todo mi cuerpo, ligeras contracciones en mi húmedo sexo avanzaban el deseado final. Fue entonces cuando con un movimiento experto retiró los palillos y fue su cálida lengua la que lo atrapó. La sensación que experimenté desencadenó un intenso orgasmo al que sucedieron otros más suaves cada vez que su lengua recorría mi dolorido pezón. Aquel calor, aquella humedad de su lengua unida al cosquilleo de la sangre corriendo de nuevo bajo aquel pequeño trozo de piel me superó por completo. Cuando mi cuerpo se dio por vencido intenté hablar con ella. Sin embargo sus dedos, aquellos que me habían proporcionado aquel enorme placer, se pasearon por mis labios. Pasé mi lengua por ellos y me saboreé por primera vez. Una de mis manos se posó con firmeza sobre su torso logrando que su cuerpo se acomodara. Ahora me tocaba a mí... Era su turno...

01 agosto 2006

Brisa

Me desnudo. Paso por delante del espejo pero, esta vez no me detengo a observar mi cuerpo. Mis ojos ya no encuentran la belleza que tú siempre has visto en mi silueta. Por eso prefiero estirarme en la cama, perderme en la oscuridad de mi mente y recordar el sonido de tu voz. Mi torpe cerebro repite con insistencia las palabras mágicas que fluían de tus labios. Toda mi piel se eriza y un ligero cosquilleo invade mi sexo. Separo lentamente las piernas y el susurro de tu voz se hace más claro e intenso. Una suave aliento recorre mi cuerpo y se hace más intenso cuando llega a mi sexo. Puedo notar el calor. Me invade, me excita. Estás aquí... Lo sé. Muevo mi cuerpo en un intento de hacer permanente este deseo de mantener esta calidez que ya ha pasado a dominarme. Una leve variación en la intensidad que experimento me lleva a abrir los ojos. Estoy sola. Busco con la mirada de dónde procede la brisa que me ha hecho estremecer... El ventilador reposa en el mismo sitio en el que lo dejé la noche anterior...

29 junio 2006

Hielo



Te observo desde el otro extremo de la cama. Admiro tu espalda y las curvas que la cintura y las nalgas dibujan en tu silueta. Levanto la mirada y me encuentro directamente con la tuya. Pide ternura, trasmite pasión pero por encima de todo suplica la satisfacción de un deseo. Pienso en cómo sería escuchar de tus labios cuál es esa necesidad que me invitas a satisfacer. Es absurdo esperar que pronuncies palabra alguna. Hace tiempo que ya no son necesarias entre nosotras y si dijeras algo en este mismo instante se rompería esa magia que tanto disfruto al estar contigo.
Salgo de la habitación y, cuando regreso, apenas te has movido. Dejo sobre la estantería el cuenco que llevo entre las manos. Lo coloco de forma que no puedas adivinar cuál es su contenido. Abro un cajón. Escojo con calma un pañuelo. Sí... Este malva... Me acerco. Susurro: "Cierra los ojos. No te muevas". Muy despacio coloco el pañuelo sobre tus ojos no sin antes pasarlo suavemente por tu espalda. La piel reacciona como espero. Una leve sonrisa de satisfacción aparece en mi rostro. Respiró hondo e intento contener el deseo hacia ti. Aún es pronto... Muy pronto...
Te acaricio la nuca y un leve gemido escapa de tu boca. Te beso dulcemente en el hombro. Me levanto y mis dedos toman un cubito de hielo del interior del cuenco que antes he dejado sobre la estantería. Observo una vez más tu cuerpo desnudo y disfruto con las imágenes que vienen a mi mente. Regreso a tu lado. Coloco el hielo a escasos centímetros de tu cuello y dejo caer sobre él algunas gotas. Te estremeces. Intentas moverte pero, cuando estás a punto de sucumbir al deseo recuerdas que, si infringes la única petición que te he hecho, pondré fin a tu placer.
Te esfuerzas por permanecer inmóvil mientras docenas de gotas cubre también tus nalgas. El primer cubito se ha deshecho por completo. Tú ignoras por completo que hay un segundo, un tercero, un cuarto... Tomo más hielo entre mis dedos y lo aprieto con fuerza contra tu piel. Un intenso gemido llena la habitación.
- Eso es. Disfruta y concéntrate sólo en tu placer...-
Mis manos pasean el cubito por toda tu espalda y se divierten jugando con los pequeños trozos que van quedando sobre tus nalgas. Soy consciente del frío que estás sintiendo por todo tu cuerpo y me pregunto si este juego estará produciendo en ti el efecto que deseo. Antes de seguir adelante los dedos bajan lentamente por tus muslos y te obligan a separar las piernas. Ahora suben con avidez y percibo satisfecha la humedad de tu sexo que ansío y deseo. Mueves ligeramente la cadera y, con la misma rapidez con la que mis manos han llegado hasta tu sexo, lo abandonan.
- Lo siento- murmuras - No volverá a suceder- afirmas al mismo tiempo que una risa juguetona me derrite y logra que abandone la idea de no seguir adelante.
- Ya lo creo que no volverá a suceder porque ya no eres dueña de tu deseo. Ahora mismo sabes que la única cosa que ansías sólo te la puedo proporcionar yo y si te mueves... Eso NO sucederá-

Sé que podría pedir que te dieras la vuelta pero prefiero ser yo la que poco a poco coloque tu cuerpo como más desee en cada momento. Con leves caricias y susurrando las palabras adecuadas en tu oído logro que estés tendida boca arriba con los brazos y las piernas perfectamente separados del cuerpo. Pienso en lo preciosa que estás y, durante varios minutos sólo te observo. Escucho tu respiración entrecortada. Es el sonido de quien ansía, de quien desea, de quien confía, de quien se entrega. Me gustaría que pudieras verte en este mismo instante. Que tuvieras el privilegio de grabar en tu mente esta imagen preciosa que me estás regalando sin saberlo.
Me acerco y rozo poco a poco tus labios con los míos. Quisiera ir más despacio pero cuando noto la calidez que sale de tu boca me abalanzo sobre ella absolutamente dominada por la pasión. Mis labios te llenan por completo mientras que mi lengua hace varios segundos que ha encontrado la tuya y disfruta saboreándote....

CONTINUARÁ

PD: Te lo dedicaría pero ya sabes que es para ti:)P

26 junio 2006

Tu collar


Rozas suavente el cuello con tus dedos y observas con sorpresa cómo un extraño calor te invade. Tratas de recordar el último instante en que tu cuerpo experimentó algo similar y, sin embargo, no encuentras nada similar en tu vida. Deslizas tus manos hacia abajo en un vano intento de prolongar esa sensación. Tu piel no obedece. Cuando abandonas esa parte de tu cuerpo hasta ahora tan desconocida para ti, el estremecimiento, el cosquilleo, el deseo...todo se desvanece. Trazas pequeños círculos alrededor de tu garganta y tu cuerpo se vuelve a encender. Después de asegurarte de que eres capaz de soportar ese cúmulo de sensaciones unos segundos más decides que tu mano izquierda acompañe en las caricias. Jugueteas con la piel. Te excitas. Cierras los ojos y sientes cómo los dedos te oprimen la piel lentamente. Te gusta esa sensación. Aprietas un poco más fuerte y llegan a tu mente imágenes de un anhelo que te has negado a admitir todo este tiempo. Sale... Fluye... Sigues presionando.. sigues excitada. Sí. Eso es. Lo deseas. Escoge tu collar... ¡Decide tu entrega!


Para "S"

23 junio 2006

Deseo tus labios


Estoy en blanco pero siento la necesidad de contarte algo. Durante la última hora he estado tratando de recordar historias para podértelas regalar pero las musas caprichosas no acuden a mí con la rapidez acostumbrada. Sin embargo siento un deseo incontrolado por besar tus labios. Sí. Esos que probé hace ya algún tiempo y a los que estoy enganchada por completo. Recuerdo su textura, su sabor, su calidez. Pienso en aquellos instantes en los que pasaba suavemente mi lengua sobre ellos y tú dejabas escapar un leve gemido. Aún puedo sentirlos aprisionados entre mis dientes al tiempo que mis manos acariciaban tu sexo abierto y húmedo por mí.Para mí.
Trato de pensar en otras cosas. Viene a mi mente el momento en que decidí no continuar siendo prisionera de tu cuerpo, de tu mente, de tus deseos, de tus pasiones, de tus caprichos. Me aferro a ese instante pero mi mirada se desvía ya hacia el teléfono. Una oleada de deseo incontrolado me invade. Sé que no debería pero mis dedos ya juguetean con mis labios invitándolos a regresar a los tuyos. Un hormigueo recorre todo mi cuerpo. Me complace saberme excitada. Voy a aventurarme a escuchar el sonido de tu voz...

Para "S"

20 junio 2006

Esposada


Sentada en el borde de la cama le ofrecí mis manos. Él las tomó con firmeza entre las suyas al tiempo que me susurró: "Cierra los ojos y relájate. No va a pasar nada que tú no desees". Le obedecí sin ofrecer la más mínima resistencia. Sí. Tenía miedo. Pero el deseo que crecía en mi interior era mayor. Durante muchos años había escuchado historias como esta e incluso las había leído. Sin embargo aquella noche era la primera vez que confiaba en alguien lo suficiente como para permitir que que me controlara por completo.
Mi pulso se aceleró en el mismo instante en el que sentí el frío del metal sobre mis muñecas. Estuve a punto de abrir los ojos pero él fue más rápido leyéndome el pensamiento y pronunció un "¡No lo hagas!" claro y contundente. Acaté su orden de nuevo y sentí su cálido aliento en mi nuca. Sus dedos acariciaban mi espalda y la piel respondía como si ya le hubiera pertenecido en el pasado.
Me ayudó a estirarme sobre la cama y con un movimiento ágil, rápido y experto separó mis piernas. Acarició mis muslos y me susurró: "No te muevas. Bajo a la calle. Cuando regrese quiero que estés tal y como te he dejado"....

14 junio 2006

El principio

Las siete de la tarde. Me siento extraña diferente. Pienso, murmuro, asiento... vuelvo a meditar... Cruzo la calle y entro en un Pub que desde hace semanas ha llamado mi atención. Camino con paso decidido hasta una mesa en la zona más oscura del local. Noto ojos que me observan. Un leve cosquilleo invade todo mi cuerpo. Soy consciente de cómo se eriza mi piel. Me gusta saberme observada. Es más... Me excita.
Estoy de pie frente a la mesa. Durante unos segundos cruza por mi mente la posibilidad de sentarme de espaldas a la concurrencia. - ¡Ni loca!- grita una voz en mi interior. Doy unos pasos más y me siento con toda la calma y serenidad de la que soy capaz. Dirijo la vista al frente. Las miradas se dispersan. Son conscientes de que ahora soy yo la que les observa. Paseo mis ojos por todo el local. Parejas, grupos de amigos, hombres solos... Todo en calma. Justo en el mismo instante en el que decido serenarme llega lo inesperado. La profundidad, la intensidad, el deseo escrito en su rostro. Es joven. Moreno. Fuerte. Valiente. El único capaz de seguir mirándome con el firme propósito de que yo me de cuenta. Está cerca. Muy cerca.
Le aguanto la mirada. El cosquilleo me invade de nuevo. En esta ocasión las mariposas se quedan en el estómago. Sin dejar de observarme bebe de la copa que tiene delante. Se toma su tiempo. Se deleita con el roce de sus labios sobre el cristal. Un cubito de hielo roza fugazmente su boca. Le miro de nuevo a los ojos y en ellos descubro la pregunta... Asiento levemente y fascina la habilidad y la suavidad con la que sus labios capturan el hielo. Lo sostiene solo unos segundos.... Después, para mi absoluto disfrute, lo mastica lentamente.
Hay una copa en mi mesa. No recuerdo haberla pedido. Intento apartar la vista y trato de beber aquello que se me ha ofrecido. Estoy casi a punto de lograrlo pero el leve movimiento de su boca me detiene. Trato de entender lo que me dice. Es discreto, sutil... Apenas vocaliza. Una leve sonrisa se dibuja en mi rostro. Estoy dispuesta a adivinarlo y a pagar por mi error si fallo en la interpretación de sus palabras.
Murmura una vez más... De forma inmediata mis piernas que habían permanecido cruzadas hasta ese instante se separan ligeramente. El deseo me invade de tal modo que empiezo a temblar. Es una sensación extraña. A medida que pasan los segundos la empiezo a asimilar y a disfrutar.
Llevo la copa hasta mi boca. Bebo. La intento dejar sobre la mesa. Un dedo roza levemente uno de mis pechos. Dusfruto al percibir su tacto. Pego mi espalda a la silla. Me relajo. Mis piernas se separan un poco más. Le sigo mirado. Coge un cigarrillo y lo enciende. Puedo ver con total claridad cómo después de la primera calada uno de sus dedos acaricia suavemente el papel.
Mi mano obedece y se coloca tímida sobre uno de mis muslos. Lo acaricio. Trazo pequeños círculos sobre él. Un intenso cosquilleo se hace realidad en mi sexo. En pocos segundos soy capaz de percibir toda la humedad que desprende. Me estremezco. Dirijo una mirada rápida al escote de mi blusa y sonrío divertida al comprobar cómo se han endurecido mis pezones hasta el punto de estar perfectamente dibujados.
Él sigue fumando mientras saca un billete del bolsillo de la camisa. Lo coloca sobre el mostrador. Permanezco absorta en el juego que mis dedos han establecido con la parte superior de mis muslos. Estoy tan cerca que la humedad me inunda. Algo me saca del ensimismamiento. Se ha levantado y me lanza una curiosa mirada. Mi cuerpo obedece de nuevo y mis dedos pasean sin rubor sobre mis labios permitiéndome así saborear toda mi intensidad. Camina hacia la puerta. Desaparece. Las sensaciones se confunden en mi cuerpo. Dudo... Voy tras él.
Estoy en la calle y paseo nerviosa la mirada. Un cálido aliento se posa sobre mi nuca. Permanezco inmóvil. Percibo un leve movimiento y me giro. Él ha comenzado a caminar. Le sigo...

13 junio 2006

Recuperando el pasado

Desde que puse en marcha la biblioteca de casa hace seis años no había vuelto a abrir un pequeño armario que hay justo debajo de la ventana. Hace un par de semanas en un extraño afán de orden que me ha entrado de repente abrí ese armario en cuestión y ante mis ojos apareció una caja de cartón que ni recordaba. Intrigada por su contenido la abrí y comprobé emocionada cómo en su interior se apilaban cientos de relatos de corte erótico que escribí a lo largo de toda una década. No recuerdo cómo llegó esa caja a casa. No soy consciente de haberla colocado allí. Es más estaba casi segura de que la había dejado en casa de mis padres pero no. Me senté en el suelo y vacíe por completo el contenido de la caja. Relatos cortos, largos, escritos a mano, a máquina... Historias tiernas, tristes, crueles que han permanecido ocultas todo este tiempo.
Una gran mujer y una buena amiga me ha pedido que los recupere y que permita que se lean. Después de pensarlo mucho he accedido a su propuesta...