07 febrero 2010

Las dudas del placer




- No sé si debo... No sé si debo... - repetía en voz alta una y otra vez. - Sí, pero no. No pero sí...- volvía a decir sin apartar los ojos de la pantalla del ordenador.

Necesitaba aire. Salir. Pensar. Intentar poner en armonía todo aquello que pasaba por su mente con los pensamientos que contradecían por completo lo que el corazón le decía y, en especial, todo lo que le estaba gritando su sexo completamente mojado. Se levantó y salió al balcón. El frío de la noche golpeó su cuerpo pero del modo que ella hubiera deseado. Notó cómo toda su piel se erizaba. El modo en el que un enorme escalofrío se apoderaba de ella. Pero también pudo comprobar que, a medida que aquella sensación la iba dominando, el deseo crecía aún más en su interior. La forma en la que su sexo palpitaba, el modo en el que la humedad iba deslizándose entre sus muslos la estaba llevando al borde de la desesperación. Sí. Todo aquello era irracional, desconocido. Aquellas sensaciones la aterrorizaban y, sin embargo, deseaba sentirlas a todas horas.
Alzó la vista hacia el cielo totalmente estrellado. Clavó sus ojos en una luna completamente inusual para aquella época del año tratando de encontrar una señal, una respuesta a los cientos de dudas que atormentaban su mente. Cuanto más se empeñaba en racionalizar, en encontrar sentido, en organizar sus emociones, su sexo más se empeñaba en recordarle quién era. Qué era.
Respiró hondo una vez más. Siguió observando la luna y le gritó SÍ a la madrugada.

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